Hermione dio un grito. Black se puso en pie de un salto. Harry saltó también como si
hubiera recibido una descarga eléctrica.
—He encontrado esto al pie del sauce boxeador —dijo Snape, arrojando la capa a
un lado y sin dejar de apuntar al pecho de Lupin con la varita—. Muchas gracias, Potter,
me ha sido muy útil.
Snape estaba casi sin aliento, pero su cara rebosaba sensación de triunfo.
—Tal vez os preguntéis cómo he sabido que estabais aquí —dijo con los ojos
relampagueantes—. Acabo de ir a tu despacho, Lupin. Te olvidaste de tomar la poción
esta noche, así que te llevé una copa llena. Fue una suerte. En tu mesa había cierto
mapa. Me bastó un vistazo para saber todo lo que necesitaba. Te vi correr por el
pasadizo.
—Severus... —comenzó Lupin, pero Snape no lo oyó.
—Le he dicho una y otra vez al director que ayudabas a tu viejo amigo Black a
entrar en el castillo, Lupin. Y aquí está la prueba. Ni siquiera se me ocurrió que
tuvierais el valor de utilizar este lugar como escondrijo.
—Te equivocas, Severus —dijo Lupin, hablando aprisa—. No lo has oído todo.
Puedo explicarlo. Sirius no ha venido a matar a Harry.
—Dos más para Azkaban esta noche —dijo Snape, con los ojos llenos de odio—.
Me encantará saber cómo se lo toma Dumbledore. Estaba convencido de que eras
inofensivo, ¿sabes, Lupin? Un licántropo domesticado...
—Idiota —dijo Lupin en voz baja—. ¿Vale la pena volver a meter en Azkaban a un
hombre inocente por una pelea de colegiales?
¡PUM!
Del final de la varita de Snape surgieron unas cuerdas delgadas, semejantes a
serpientes, que se enroscaron alrededor de la boca, las muñecas y los tobillos de Lupin.
Este perdió el equilibrio y cayó al suelo, incapaz de moverse. Con un rugido de rabia,
Black se abalanzó sobre Snape, pero Snape apuntó directamente a sus ojos con la varita.
—Dame un motivo —susurró—. Dame un motivo para hacerlo y te juro que lo
haré.
Black se detuvo en seco. Era imposible decir qué rostro irradiaba más odio. Harry
se quedó paralizado, sin saber qué hacer ni a quién creer. Dirigió una mirada a Ron y a
Hermione. Ron parecía tan confundido como él, intentando todavía retener a Scabbers.
Hermione, sin embargo, dio hacia Snape un paso vacilante y dijo casi sin aliento:
—Profesor Snape, no... no perdería nada oyendo lo que tienen que decir; ¿no cree?
—Señorita Granger; me temo que vas a ser expulsada del colegio —dijo Snape—.
Tú, Potter y Weasley os encontráis en un lugar prohibido, en compañía de un asesino
escapado y de un licántropo. Y ahora te ruego que, por una vez en tu vida, cierres la
boca.
—Pero si... si fuera todo una confusión...
—¡CALLATE, IMBÉCIL! —gritó de repente Snape, descompuesto—. ¡NO
HABLES DE LO QUE NO COMPRENDES! —Del final de su varita, que seguía
apuntando a la cara de Black, salieron algunas chispas. Hermione guardó silencio,
mientras Snape proseguía—. La venganza es muy dulce —le dijo a Black en voz
baja—. ¡Habría dado un brazo por ser yo quien te capturara!
—Eres tú quien no comprende, Severus —gruñó Black—. Mientras este muchacho
meta su rata en el castillo —señaló a Ron con la cabeza—, entraré en él sigilosamente.
—¿En el castillo? —preguntó Snape con voz melosa—. No creo que tengamos que
ir tan lejos. Lo único que tengo que hacer es llamar a los dementores en cuanto
salgamos del sauce. Estarán encantados de verte, Black... Tanto que te darán un besito,
me atrevería a decir...
El rostro de Black perdió el escaso color que tenía.
—Tienes que escucharme —volvió a decir—. La rata, mira la rata...
Pero había un destello de locura en la expresión de Snape que Harry no había visto
nunca. Parecía fuera de sí.
—Vamos todos —ordenó. Chascó los dedos y las puntas de las cuerdas con que
había atado a Lupin volvieron a sus manos—. Arrastraré al licántropo. Puede que los
dementores lo besen también a él.
Sin saber lo que hacía, Harry cruzó la habitación con tres zancadas y bloqueó la
puerta.
—Quítate de en medio, Potter. Ya estás metido en bastantes problemas —gruñó
Snape—. Si no hubiera venido para salvarte...
—El profesor Lupin ha tenido cientos de oportunidades de matarme este curso
—explicó Harry—. He estado solo con él un montón de veces, recibiendo clases de
defensa contra los dementores. Si es un compinche de Black, ¿por qué no acabó
conmigo?
—No me pidas que desentrañe la mente de un licántropo —susurró Snape—.
Quítate de en medio, Potter.
—¡DA USTED PENA! —gritó Harry—. ¡SE NIEGA A ESCUCHAR SÓLO
PORQUE SE BURLARON DE USTED EN EL COLEGIO!
—¡SILENCIO! ¡NO PERMITIRÉ QUE ME HABLES ASÍ! —chilló Snape, más
furioso que nunca—. ¡De tal palo tal astilla, Potter! ¡Acabo de salvarte el pellejo,
tendrías que agradecérmelo de rodillas! ¡Te estaría bien empleado si te hubiera matado!
Habrías muerto como tu padre, demasiado arrogante para desconfiar de Black. Ahora
quítate de en medio o te quitaré yo. ¡APARTATE, POTTER!
Harry se decidió en una fracción de segundo. Antes de que Snape pudiera dar un
paso hacia él había alzado la varita.
—¡Expeliarmo! —gritó.
Pero la suya no fue la única voz que gritó. Una ráfaga de aire movió la puerta sobre
sus goznes. Snape fue alzado en el aire y lanzado contra la pared. Luego resbaló hasta el
suelo, con un hilo de sangre que le brotaba de la cabeza. Estaba sin conocimiento.
Harry miró a su alrededor. Ron y Hermione habían intentado desarmar a Snape en
el mismo momento que él. La varita de Snape planeó trazando un arco y aterrizó sobre
la cama, al lado de Crookshanks.
—No deberías haberlo hecho —dijo Black mirando a Harry—. Tendrías que
habérmelo dejado a mí...
Harry rehuyó los ojos de Black. No estaba seguro, ni si—quiera en aquel momento,
de haber hecho lo que debía.
—¡Hemos agredido a un profesor...! ¡Hemos agredido a un profesor...!
—gimoteaba Hermione, mirando asustada a Snape, que parecía muerto—. ¡Vamos a
tener muchos problemas!
Lupin forcejeaba para librarse de las ligaduras. Black se inclinó para desatarlo.
Lupin se incorporó, frotándose los lugares entumecidos por las cuerdas.
—Gracias, Harry —dijo.
—Aún no creo en usted —repuso Harry.
—Entonces es hora de que te ofrezcamos alguna prueba —dijo Black—.
Muchacho, entrégame a Peter. Ya.
Ron apretó a Scabbers aún más fuertemente contra el pecho.
—Venga —respondió débilmente—, ¿quiere que me crea que escapó usted de
Azkaban sólo para atrapar a Scabbers? Quiero decir... —Miró a Harry y a Hermione en
busca de apoyo—. De acuerdo, supongamos que Pettigrew pueda transformarse en
rata... Hay millones de ratas. ¿Cómo sabía, estando en Azkaban, cuál era la, que
buscaba?
—¿Sabes, Sirius? Ésa es una buena pregunta —observó Lupin, volviéndose hacia
Black y frunciendo ligeramente el entrecejo—. ¿Cómo supiste dónde estaba?
Black metió dentro de la túnica una mano que parecía una garra y sacó una página
arrugada de periódico, la alisó y se la enseñó a todos. Era la foto de Ron y su familia
que había aparecido en el diario El Profeta el verano anterior. Sobre el hombro de Ron
se encontraba Scabbers.
—¿Cómo lo conseguiste? —preguntó Lupin a Black, estupefacto.
—Fudge —explicó Black—. Cuando fue a inspeccionar Azkaban el año pasado,
me dio el periódico. Y ahí estaba Peter, en primera plana... en el hombro de este chico.
Lo reconocí enseguida. Cuántas veces lo vi transformarse. Y el pie de foto decía que el
muchacho volvería a Hogwarts, donde estaba Harry...
—¡Dios mío! —dijo Lupin en voz baja, mirando a Scabbers, luego la foto y otra
vez a Scabbers—. Su pata delantera...
—¿Qué le ocurre? —preguntó Ron, poniéndose chulito.
—Le falta un dedo —explicó Black.
—Claro —dijo Lupin—. Sencillo... e ingenioso. ¿Se lo cortó él?
—Poco antes de transformarse —dijo Black—. Cuando lo arrinconé, gritó para que
toda la calle oyera que yo había traicionado a Lily y a James. Luego, para que no
pudiera echarle ninguna maldición, abrió la calle con la varita en su espalda, mató a
todos los que se encontraban a siete metros a la redonda y se metió a toda velocidad por
la alcantarilla, con las demás ratas...
—¿Nunca lo has oído, Ron? —le preguntó Lupin—. El mayor trozo que
encontraron de Peter fue el dedo.
—Mire, seguramente Scabbers tuvo una pelea con otra rata, o algo así. Ha estado
con mi familia desde siempre.
—Doce años exactamente ¿No te has preguntado nunca por qué vive tanto?
—Bueno, la hemos cuidado muy bien —dijo Ron.
—Pero ahora no tiene muy buen aspecto, ¿verdad? —observó Lupin—. Apostaría a
que su salud empeoró cuando supo que Sirius se había escapado.
—¡La ha asustado ese gato loco! —repuso Ron, señalando con la cabeza a
Crookshanks, que seguía ronroneando en la cama.
Pero no había sido así, pensó Harry inmediatamente. Scabbers ya tenía mal aspecto
antes de encontrar a Crookshanks. Desde que Ron volvió de Egipto. Desde que Black
escapó...
—Este gato no está loco —dijo Black con voz ronca. Alargó una mano huesuda y
acarició la cabeza mullida de Crookshanks—. Es el más inteligente que he visto en mi
vida. Reconoció a Peter inmediatamente. Y cuando me encontró supo que yo no era un
perro de verdad. Pasó un tiempo antes de que confiara en mí. Finalmente, me las arreglé
para hacerle entender qué era lo que pretendía, y me ha estado ayudando...
—¿Qué quiere decir? —preguntó Hermione en voz baja.
—Intentó que Peter se me acercara, pero no pudo... Así que se apoderó de las
contraseñas para entrar en la torre de Gryffindor. Según creo, las cogió de la mesilla de
un muchacho...
El cerebro de Harry empezaba a hundirse por el peso de las muchas cosas que oía.
Era absurdo... y sin embargo...
—Sin embargo, Peter se olió lo que ocurría y huyó. Este gato, ¿decís que se llama
Crookshanks?, me dijo que Peter había dejado sangre en las sábanas. Supongo que se
mordió... Simular su propia muerte ya había resultado en otra ocasión.
Estas palabras impresionaron a Harry y lo sacaron de su ensimismamiento.
—¿Y por qué fingió su muerte? —preguntó furioso—. Porque sabía que usted lo
quería matar; como mató a mis padres.
—No, Harry —dijo Lupin.
—Y ahora ha venido para acabar con él.
—Sí, es verdad —dijo Black, dirigiendo a Scabbers una mirada diabólica.
—Entonces yo tendría que haber permitido que Snape lo entregara —gritó Harry.
—Harry —dijo Lupin apresuradamente—, ¿no te das cuenta? Durante todo este
tiempo hemos pensado que Sirius había traicionado a tus padres y que Peter lo había
perseguido. Pero fue al revés, ¿no te das cuenta? Peter fue quien traicionó a tus padres.
Sirius le siguió la pista y...
—¡ESO NO ES CIERTO! —gritó Harry—. ¡ERA SU GUARDIÁN SECRETO!
¡LO RECONOCIÓ ANTES DE QUE USTED APARECIESE! ¡ADMITIÓ QUE LOS
MATÓ!
Señalaba a Black, que negaba lentamente con la cabeza. Sus ojos hundidos
brillaron de repente.
—Harry..., la verdad es que fue como si los hubiera matado yo —gruñó—.
Persuadí a Lily y a James en el último momento de que utilizaran a Peter. Los persuadí
de que lo utilizaran a él como guardián secreto y no a mí. Yo tengo la culpa, lo sé. La
noche que murieron había decidido vigilar a Peter, asegurarme de que todavía era de
fiar. Pero cuando llegué a su guarida, ya se había ido. No había señal de pelea alguna.
No me dio buena espina. Me asusté. Me puse inmediatamente en camino hacia la casa
de tus padres. Y cuando la vi destruida y sus cuerpos... me di cuenta de lo que Peter
había hecho. Y de lo que había hecho yo.
Su voz se quebró. Se dio la vuelta.
—Es suficiente —dijo Lupin, con una nota de acero en la voz que Harry no le
había oído nunca—. Hay un medio infalible de demostrar lo que verdaderamente
sucedió. Ron, entrégame la rata.
—¿Qué va a hacer con ella si se la doy? —preguntó Ron con nerviosismo.
—Obligarla a transformarse —respondió Lupin—. Si de verdad es sólo una rata, no
sufrirá ningún daño.
Ron dudó. Finalmente puso a Scabbers en las manos de Lupin. Scabbers se puso a
chillar sin parar; retorciéndose y agitándose. Sus ojos diminutos y negros parecían
salirse de las órbitas.
—¿Preparado, Sirius? —preguntó Lupin.
Black ya había recuperado la varita de Snape, que había caído en la cama. Se
aproximó a Lupin y a la rata. Sus ojos húmedos parecían arder.
—¿A la vez? —preguntó en voz baja.
—Venga —respondió Lupin, sujetando a Scabbers con una mano y la varita con la
otra—. A la de tres. ¡Una, dos y... TRES!
Un destello de luz azul y blanca salió de las dos varitas. Durante un momento
Scabbers se quedó petrificada en el aire, torcida, en posición extraña. Ron gritó. La rata
golpeó el suelo al caer. Hubo otro destello cegador y entonces...
Fue como ver la película acelerada del crecimiento de un árbol. Una cabeza brotó
del suelo. Surgieron las piernas y los brazos. Al cabo de un instante, en el lugar de
Scabbers se hallaba un hombre, encogido y retorciéndose las manos. Crookshanks
bufaba y gruñía en la cama, con el pelo erizado.
Era un hombre muy bajito, apenas un poco más alto que Harry y Hermione. Tenía
el pelo ralo y descolorido, con calva en la coronilla. Parecía encogido, como un gordo
que hubiera adelgazado rápidamente. Su piel parecía roñosa, casi como la de Scabbers,
y le quedaba algo de su anterior condición roedora en lo puntiagudo de la nariz y en los
ojos pequeños y húmedos. Los miró a todos, respirando rápida y superficialmente.
Harry vio que sus ojos iban rápidamente hacia la puerta.
—Hola, Peter —dijo Lupin con voz amable, como si fuera normal que las ratas se
convirtieran en antiguos compañeros de estudios—. Cuánto tiempo sin verte.
—Si... Sirius. Re... Remus —incluso la voz de Pettigrew era como de rata. Volvió a
mirar a la puerta—. Amigos, queridos amigos...
Black levantó el brazo de la varita, pero Lupin lo sujetó por la muñeca y le echó
una mirada de advertencia. Entonces se volvió a Pettigrew con voz ligera y
despreocupada.
—Acabamos de tener una pequeña charla, Peter, sobre lo que sucedió la noche en
que murieron Lily y James. Quizás te hayas perdido alguno de los detalles más
interesantes mientras chillabas en la cama.
—Remus —dijo Pettigrew con voz entrecortada, y Harry vio gotas de sudor en su
pálido rostro—, no lo creerás, ¿verdad? Intentó matarme a mí...
—Eso es lo que hemos oído —dijo Lupin más fríamente—. Me gustaría aclarar
contigo un par de puntos, Peter; si fueras tan...
—¡Ha venido porque otra vez quiere matarme! —chilló Pettigrew señalando a
Black, y Harry vio que utilizaba el dedo corazón porque le faltaba el índice—. ¡Mató a
Lily y a James, y ahora quiere matarme a mí...! ¡Tienes que protegerme, Remus!
El rostro de Black semejaba más que nunca una calavera, mientras miraba a Peter
Pettigrew con sus ojos insondables.
—Nadie intentará matarte antes de que aclaremos algunos puntos —dijo Lupin.
—¿Aclarar puntos? —chilló Pettigrew, mirando una vez más a su alrededor; hacia
las ventanas cegadas y hacia la única puerta—. ¡Sabía que me perseguiría! ¡Sabía que
volvería a buscarme! ¡He temido este momento durante doce años!
—¿Sabías que Sirius se escaparía de Azkaban cuando nadie lo había conseguido
hasta ahora? —preguntó Lupin, frunciendo el entrecejo.
—¡Tiene poderes oscuros con los que los demás sólo podemos soñar! —chilló
Pettigrew con voz aguda—. ¿Cómo, si no, iba a salir de allí? Supongo que El Que No
Debe Nombrarse le enseñó algunos trucos.
Black comenzó a sacudirse con una risa triste y horrible que llenó la habitación.
—¿Que Voldemort me enseñó trucos? —dijo y Peter Pettigrew retrocedió como si
Black acabara de blandir un látigo en su dirección—. ¿Qué te ocurre? ¿Te asustas al oír
el nombre de tu antiguo amo? —preguntó Black—. No te culpo, Peter. Sus secuaces no
están muy contentos de ti, ¿verdad?
—No sé... qué quieres decir, Sirius —murmuró Pettigrew, respirando más aprisa
aún. Todo su rostro brillaba de sudor.
—No te has estado ocultando durante doce años de mí —dijo Black—. Te has
estado ocultando de los viejos seguidores de Voldemort. En Azkaban oí cosas. Todos
piensan que si no estás muerto, deberías aclararles algunas dudas. Les he oído gritar en
sueños todo tipo de cosas. Cosas como que el traidor les había traicionado. Voldemort
acudió a la casa de los Potter por indicación tuya y allí conoció la derrota. Y no todos
los seguidores de Voldemort han terminado en Azkaban, ¿verdad? Aún quedan muchos
libres, esperando su oportunidad, fingiendo arrepentimiento... Si supieran que sigues
vivo...
—No entiendo de qué hablas... —dijo de nuevo Pettigrew, con voz más chillona
que nunca. Se secó la cara con la manga y miró a Lupin—. No creerás nada de eso, de
esa locura...
—Tengo que admitir; Peter, que me cuesta comprender por qué un hombre
inocente se pasa doce años convertido en rata —dijo Lupin impasible.
—¡Inocente, pero asustado! —chilló Pettigrew—. Si los seguidores de Voldemort
me persiguen es porque yo metí en Azkaban a uno de sus mejores hombres: el espía
Sirius Black.
El rostro de Black se contorsionó.
—¿Cómo te atreves? —gruñó, y su voz se asemejó de repente a la del perro
enorme que había sido—. ¿Yo, espía de Voldemort? ¿Cuándo he husmeado yo a los que
eran más fuertes y poderosos? Pero tú, Peter... no entiendo cómo no comprendí desde el
primer momento que eras tú el espía. Siempre te gustó tener amigos corpulentos para
que te protegieran, ¿verdad? Ese papel lo hicimos nosotros: Remus y yo... y James...
Pettigrew volvió a secarse el rostro; le faltaba el aire.
—¿Yo, espía...? Estás loco. No sé cómo puedes decir...
—Lily y James te nombraron guardián secreto sólo porque yo se lo recomendé
—susurró Black con tanto odio que Pettigrew retrocedió—. Pensé que era una idea
perfecta... una trampa. Voldemort iría tras de mí, nunca pensaría que los Potter
utilizarían a alguien débil y mediocre como tú... Sin duda fue el mejor momento de tu
miserable vida, cuando le dijiste a Voldemort que podías entregarle a los Potter.
Pettigrew murmuraba cosas, aturdido. Harry captó palabras como «inverosímil» y
«locura», pero no podía dejar de fijarse sobre todo en el color ceniciento de la cara de
Pettigrew y en la forma en que seguía mirando las ventanas y la puerta.
—¿Profesor Lupin? —dijo Hermione, tímidamente—. ¿Puedo decir algo?
—Por supuesto, Hermione —dijo Lupin cortésmente.
—Pues bien, Scabbers..., quiero decir este... este hombre... ha estado durmiendo en
el dormitorio de Harry durante tres años. Si trabaja para Quien Usted Sabe, ¿cómo es
que nunca ha intentado hacerle daño?
—Eso es —dijo Pettigrew con voz aguda, señalando a Hermione con la mano
lisiada—. Gracias. ¿Lo ves, Remus? ¡Nunca le he hecho a Harry el más leve daño! ¿Por
qué no se lo he hecho?
—Yo te diré por qué —dijo Black—. Porque no harías nada por nadie si no te
reporta un beneficio. Voldemort lleva doce años escondido, dicen que está medio
muerto. Tú no cometerías un asesinato delante de Albus Dumbledore por servir a una
piltrafa de brujo que ha perdido todo su poder; ¿a que no? Tendrías que estar seguro de
que es el más fuerte en el juego antes de volver a ponerte de su parte. ¿Para qué, si no,
te alojaste en una familia de magos? Para poder estar informado, ¿verdad, Peter? Sólo
por si tu viejo protector recuperaba las fuerzas y volvía a ser conveniente estar con él.
Pettigrew abrió y cerró la boca varias veces. Se había quedado sin habla.
—Eh... ¿Señor Black... Sirius? —preguntó tímidamente Hermione. —A Black le
sorprendió que lo interpelaran de esta manera, y miró a Hermione fijamente, como si
nadie se hubiera dirigido a él con tal respeto en los últimos años—. Si no le importa que
le pregunte, ¿cómo escapó usted de Azkaban? Si no empleó magia negra...
—¡Gracias! —dijo Pettigrew, asintiendo con la cabeza—. ¡Exacto! ¡Eso es
precisamente lo que yo...!
Pero Lupin lo silenció con una mirada. Black fruncía ligeramente el entrecejo con
los ojos puestos en Hermione, pero no como si estuviera enfadado con ella: más bien
parecía meditar la respuesta.
—No sé cómo lo hice —respondió—. Creo que la única razón por la que nunca
perdí la cabeza es que sabía que era inocente. No era un pensamiento agradable, así que
los dementores no me lo podían absorber... Gracias a eso conservé la cordura y no
olvidé quién era... Gracias a eso conservé mis poderes... así que cuando ya no pude
aguantar más me convertí en perro. Los dementores son ciegos, como sabéis. —Tragó
saliva—. Se dirigen hacia la gente porque perciben sus emociones... Al convertirme en
perro, notaron que mis sentimientos eran menos humanos, menos complejos, pero
pensaron, claro, que estaba perdiendo la cabeza, como todo el mundo, así que no se
preocuparon. Pero yo me encontraba débil, muy débil, y no tenía esperanza de alejarlos
sin una varita. Entonces vi a Peter en aquella foto... comprendí que estaba en Hogwarts,
con Harry... en una situación perfecta para actuar si oía decir que el Señor de las
Tinieblas recuperaba fuerzas... —Pettigrew negó con la cabeza y movió la boca sin
emitir sonido alguno, mirando a Black como hipnotizado—... Estaba dispuesto a hacerlo
en cuanto estuviera seguro de sus aliados..., estaba dispuesto a entregarles al último de
los Potter. Si les entregaba a Harry, ¿quién se atrevería a pensar que había traicionado a
lord Voldemort? Lo recibirían con honores...
—Así que ya veis, tenía que hacer algo. Yo era el único que sabía que Peter estaba
vivo...
Harry recordó lo que el padre de Ron le había dicho a su esposa: «Los guardianes
dicen que hacía tiempo que Black hablaba en sueños. Siempre decía las mismas
palabras: “Está en Hogwarts.”»
—Era como si alguien hubiera prendido una llama en mi cabeza, y los dementores
no podían apagarla. No era un pensamiento agradable..., era una obsesión... pero me
daba fuerzas, me aclaraba la mente. Por eso, una noche, cuando abrieron la puerta para
dejarme la comida, salí entre ellos, en forma de perro. Les resulta tan difícil percibir las
emociones animales que se confundieron. Estaba delgado, muy delgado... Lo bastante
delgado para pasar a través de los barrotes. Nadé como un perro. Viajé hacia el norte y
me metí en Hogwarts con la forma de perro... He vivido en el bosque desde entonces...
menos cuando iba a ver el partido de quidditch, claro... Vuelas tan bien como tu padre,
Harry... —Miró al muchacho, que esta vez no apartó la vista—. Créeme —añadió
Black—. Créeme. Nunca traicioné a James y a Lily. Antes habría muerto.
Y Harry lo creyó. Asintió con la cabeza, con un nudo en la garganta.
—¡No!
Pettigrew se había arrodillado, como si el gesto de asentimiento de Harry hubiera
sido su propia sentencia de muerte. Fue arrastrándose de rodillas, humillándose, con las
manos unidas en actitud de rezo.
—Sirius, soy yo, soy Peter... tu amigo. No..., tú no...
Black amagó un puntapié y Pettigrew retrocedió.
—Ya hay bastante suciedad en mi túnica sin que tú la toques.
—¡Remus! —chilló Pettigrew volviéndose hacia Lupin, retorciéndose ante él,
implorante—. Tú no lo crees. ¿No te habría contado Sirius que habían cambiado el
plan?
—No si creía que el espía era yo, Peter —dijo Lupin—. Supongo que por eso no
me lo contaste, Sirius —dijo Lupin despreocupadamente, mirándolo por encima de
Pettigrew.
—Perdóname, Remus —dijo Black.
—No hay por qué, Canuto, viejo amigo —respondió Lupin, subiéndose las
mangas—. Y a cambio, ¿querrás perdonar que yo te creyera culpable?
—Por supuesto —respondió Black, y un asomo de sonrisa apareció en su
demacrado rostro. También empezó a remangarse—. ¿Lo matamos juntos?
—Creo que será lo mejor —dijo Lupin con tristeza.
—No lo haréis, no seréis capaces... —dijo Pettigrew. Y se volvió hacia Ron,
arrastrándose—. Ron, ¿no he sido un buen amigo?, ¿una buena mascota? No dejes que
me maten, Ron. Estás de mi lado, ¿a que sí?
Pero Ron miraba a Pettigrew con repugnancia.
—¡Te dejé dormir en mi cama! —dijo.
—Buen muchacho... buen amo... —Pettigrew siguió arrastrándose hacia Ron—. No
lo consentirás... yo era tu rata... fui una buena mascota...
—Si eras mejor como rata que como hombre, no tienes mucho de lo que alardear
—dijo Black con voz ronca.
Ron, palideciendo aún más a causa del dolor; alejó su pierna rota de Pettigrew.
Pettigrew giró sobre sus rodillas, se echó hacia delante y asió el borde de la túnica de
Hermione.
—Dulce criatura... inteligente muchacha... no lo consentirás... ayúdame...
Hermione tiró de la túnica para soltarla de la presa de Pettigrew y retrocedió
horrorizada.
Pettigrew temblaba sin control y volvió lentamente la cabeza hacia Harry
—Harry, Harry.. qué parecido eres a tu padre... igual que él...
—¿CÓMO TE ATREVES A HABLAR A HARRY? —bramó Black—. ¿CÓMO
TE ATREVES A MIRARLO A LA CARA? ¿CÓMO TE ATREVES A MENCIONAR
A JAMES DELANTE DE ÉL?
—Harry —susurró Pettigrew, arrastrándose hacia él con las manos extendidas—,
Harry, James no habría consentido que me mataran... James habría comprendido,
Harry... Habría sido clemente conmigo...
Tanto Black como Lupin se dirigieron hacia él con paso firme, lo cogieron por los
hombros y lo tiraron de espaldas al suelo. Allí quedó, temblando de terror; mirándolos
fijamente.
—Vendiste a Lily y a James a lord Voldemort —dijo Black, que también
temblaba—. ¿Lo niegas?
Pettigrew rompió a llorar. Era lamentable verlo: parecía un niño grande y calvo que
se encogía de miedo en el suelo.
—Sirius, Sirius, ¿qué otra cosa podía hacer? El Señor de las Tinieblas... no tienes
ni idea... Tiene armas que no podéis imaginar... Estaba aterrado, Sirius. Yo nunca fui
valiente como tú, como Remus y como James. Nunca quise que sucediera... El Que No
Debe Nombrarse me obligó.
—¡NO MIENTAS! —BRAMÓ BLACK—. ¡LE HABÍAS ESTADO PASANDO
INFORMACIÓN DURANTE UN AÑO ANTES DE LA MUERTE DE LILY Y DE
JAMES! ¡ERAS SU ESPÍA!
—¡Estaba tomando el poder en todas partes! —dijo Pettigrew entrecortadamente—
. ¿Qué se ganaba enfrentándose a él?
—¿Qué se ganaba enfrentándose al brujo más malvado de la Historia? —preguntó
Black, furioso—. ¡Sólo vidas inocentes, Peter!
—¡No lo comprendes! —gimió Pettigrew—. Me habría matado, Sirius.
—¡ENTONCES DEBERÍAS HABER MUERTO! —bramó Black—. ¡MEJOR
MORIR QUE TRAICIONAR A TUS AMIGOS! ¡TODOS HABRÍAMOS
PREFERIDO LA MUERTE A TRAICIONARTE A TI!
Black y Lupin se mantenían uno al lado del otro, con las varitas levantadas.
—Tendrías que haberte dado cuenta —dijo Lupin en voz baja— de que si
Voldemort no te mataba lo haríamos nosotros. Adiós, Peter.
Hermione se cubrió el rostro con las manos y se volvió hacia la pared.
—¡No! —gritó Harry Se adelantó corriendo y se puso entre Pettigrew y las
varitas—. ¡No podéis matarlo! —dijo sin aliento—. No podéis.
Tanto Black como Lupin se quedaron de piedra.
—Harry, esta alimaña es la causa de que no tengas padres —gruñó Black—. Este
ser repugnante te habría visto morir a ti también sin mover ni un dedo. Ya lo has oído.
Su propia piel maloliente significaba más para él que toda tu familia.
—Lo sé —jadeó Harry—. Lo llevaremos al castillo. Lo entregaremos a los
dementores. Puede ir a Azkaban. Pero no lo matéis.
—¡Harry! —exclamó Pettigrew entrecortadamente, y rodeó las rodillas de Harry
con los brazos—. Tú... gracias. Es más de lo que merezco. Gracias.
—Suéltame —dijo Harry, apartando las manos de Pettigrew con asco—. No lo
hago por ti. Lo hago porque creo que mi padre no habría deseado que sus mejores
amigos se convirtieran en asesinos por culpa tuya.
Nadie se movió ni dijo nada, salvo Pettigrew, que jadeaba con la mano crispada en
el pecho. Black y Lupin se miraron. Y bajaron las varitas a la vez.
—Tú eres la única persona que tiene derecho a decidir; Harry —dijo Black—. Pero
piensa, piensa en lo que hizo.
—Que vaya a Azkaban —repitió Harry—. Si alguien merece ese lugar; es él.
Pettigrew seguía jadeante detrás de él.
—De acuerdo —dijo Lupin—. Hazte a un lado, Harry
—Harry dudó—. Voy a atarlo —añadió Lupin—. Nada más, te lo juro.
Harry se quitó de en medio. Esta vez fue de la varita de Lupin de la que salieron
disparadas las cuerdas, y al cabo de un instante Pettigrew se retorcía en el suelo, atado y
amordazado.
—Pero si te transformas, Peter —gruñó Black, apuntando a Pettigrew con su
varita—, te mataremos. ¿Estás de acuerdo, Harry?
Harry bajó la vista para observar la lastimosa figura, y asintió de forma que lo viera
Pettigrew.
—De acuerdo —dijo de repente Lupin, como cerrando un trato—. Ron, no sé
arreglar huesos como la señora Pomfrey pero creo que lo mejor será que te
entablillemos la pierna hasta que te podamos dejar en la enfermería.
Se acercó a Ron aprisa, se inclinó, le golpeó en la pierna con la varita y murmuró:
—¡Férula!
Unas vendas rodearon la pierna de Ron y se la ataron a una tablilla. Lupin lo ayudó
a ponerse en pie. Ron se apoyó con cuidado en la pierna y no hizo ni un gesto de dolor.
—Mejor —dijo—. Gracias.
—¿Y qué hacemos con el profesor Snape? —preguntó Hermione, en voz baja,
mirando a Snape postrado en el suelo.
—No le pasa nada grave —explicó Lupin, inclinándose y tomándole el pulso—.
Sólo os pasasteis un poco. Sigue sin conocimiento. Eh... tal vez sea mejor dejarlo así
hasta que hayamos vuelto al castillo. Podemos llevarlo tal como está. —Luego
murmuro—: Mobilicorpus.
El cuerpo inconsciente de Snape se incorporó como si tiraran de él unas cuerdas
invisibles atadas a las muñecas, el cuello y las rodillas. La cabeza le colgaba como a una
marioneta grotesca. Estaba levantado unos centímetros del suelo y los pies le colgaban.
Lupin cogió la capa invisible y se la guardó en el bolsillo.
—Dos de nosotros deberían encadenarse a esto —dijo Black, dándole a Pettigrew
un puntapié—, sólo para estar seguros.
—Yo lo haré —se ofreció Lupin.
—Y yo —dijo Ron, con furia y cojeando.
Black hizo aparecer unas esposas macizas. Pettigrew volvió a encontrarse de pie,
con el brazo izquierdo encadenado al derecho de Lupin y el derecho al izquierdo de
Ron. El rostro de Ron expresaba decisión. Se había tomado la verdadera identidad de
Scabbers como un insulto. Crookshanks saltó ágilmente de la cama y se puso el
primero, con la cola alegremente levantada.
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